Los anticuerpos contra la COVID-19 según las formas clínicas de presentación
En ocasiones hemos hablado del comportamiento de los anticuerpos en el paciente que sufre una infección por la COVID-19. Dejamos claro las diferencias entre los test que detectan la infección directamente (el virus, el famoso RT-PCR -reverse transcriptase polymerase chain reaction- ) de aquellos otros indirectos que detecta anticuerpos contra el mismo. Unos test que señalarían que se está pasando la infección (IgM) o que ya se pasó (IgG). Con ello tenemos datos sobre el estado inmunológico de la persona.
Sabemos, y nos lo encontramos diariamente, que los anticuerpos tardan desde los primeros síntomas días o semanas en ser detectados, de ahí que su negatividad no descarte la infección en pacientes expuestos a la COVID-19 recientemente. Pues suelen elevarse al tiempo que la carga viral (máxima al inicio de la enfermedad) se va reduciendo.
El PCR sería positivo desde el primer día de los síntomas y se iría reduciendo a partir de la tercera semana llegando a ser indetectable, aunque en casos graves se pueden prolongar más allá de las 6 semanas. En general se admite que las IgM y las IgG serían detectables en todos los pacientes con COVID-19 a la 3º y 4º semana, sin embargo, la IgM empieza a reducirse a partir de la 5 semana y desaparece a la 7º y la IgG persiste más allá de la 7º semana.
Las IgM se elevarían precozmente en pacientes con infección tanto leve como grave sin embargo las IgG lo harían precozmente solo en aquellos con infección grave.
Hasta este momento se ha debatido sobre la cantidad de anticuerpos y su relación con la gravedad clínica de la infección o con la mejoría clínica de la infección por COVID-19.
Y es que se investiga si las presentaciones clínicas, sea leve o grave, serían dos fenotipos distintos de una misma infección, debido al distinto comportamiento de las IgM e IgG.
Según este estudio el perfil de las imnunoglobulinas sería distinto según la gravedad de la infección, de modo que la IgM reactiva a los receptores S1 y E de la espícula del virus, se incrementaría rápidamente independientemente de la gravedad de la enfermedad, pero la IgG (que es la que nos protege en el tiempo) solo lo haría precozmente en aquellos pacientes ingresados pero con COVID-19 grave.
Esto se sabía por otros estudios que señalaban que los anticuerpos neutralizantes (IgG) se demoraban en el tiempo en personas que se habían recuperado de COVID-19 leves, aunque ello no significaría que se encontraran fenotípicamente en un estado intermedio entre las forma asintomáticas y la COVID-19 grave.
Con todo, faltaría conocer si el retardo en el aumento de las IgG en los estados de COVID-19 leve se acompañarían de persistencias de las IgM , aunque para ello se debería conocer el estado de las células B con memoria para la IgM y la evolución en el tiempo de los anticuerpos, para hacernos una idea.
La realidad es que en este momento cuando se empieza a vacunar aún no se conoce el comportamiento de los anticuerpos en el tiempo de las distintas formas clínicas de la COVID-19 y su posible repercusión en el estado inmunitario a largo plazo.
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